viernes, 20 de mayo de 2011

NUNCA MIRAS MIS MANOS

Nunca miras mis manos es el libro con el que me gustaría haber empezado este blog, pero en ese momento estaba lejos de mi casa y el libro no lo tenía a mano, y si hay algo que no me gusta es hablar de un libro sin tenerlo cerca. Después, al volver a casa, pensé muchas veces en hablar sobre él, pero nunca me sentía capaz. No es que el libro sea un tochazo complicado de entender, de esos que hay que leer con un diccionario y la Wikipedia a mano, ni mucho menos. Pero hablar de un libro en este blog implica hablar de lo que ha supuesto para mi y la opinión que yo tengo sobre él, y precisamente por eso me costaba ponerme a hablar de Nunca miras mis manos, porque el peso es enorme. 

No tengo un libro favorito, las cosas como son. Soy incapaz de elegir solo uno, pero sí puedo hablar de los que más me han ayudado o me han marcado por un motivo u otro, y hoy por hoy (más bien desde que lo tengo hasta el día de hoy), Nunca miras mis manos encabeza esa lista. De todos los libros que tengo y he leído (y no son precisamente pocos), este es sin duda el que está más gastado. Salta a la vista que es un libro que ha sido leído muchas veces, que las páginas han sido pasadas en cientos de ocasiones. Las hojas empiezan a adquirir ese tono sepia antes de pasar al amarillento, las puntas de la portada y contraportada están dobladitas, la portada está rayada y por dentro hay muchos párrafos y líneas subrayados. Nunca subrayo los libros, voy copiando en un cuaderno lo que me llama la atención y me gusta, pero este sí, está subrayado a lapiz (gris y rojo) y en otro cuaderno que tengo guardado, están muchas partes del libro copiadas.

En agosto del 2004 me marché dos semanas de vacaciones con mis padres a un pueblito playero que desde entonces se convirtió en mi sitio favorito. Al tercer día llovió y nos fuimos a un centro comercial a pasar la tarde y ahí, dentro del supermercado me pasé por la sección de libros. Cuando ya llevaba cuatro y me disponía a seguir a mis padres, lo ví. Con la portada de frente, pequeñito en su tamaño de bolsillo, medio rostro de mujer, un trozo de playa y unas letras plateadas, mayusculas: NUNCA MIRAS MIS MANOS. Y así, solo porque nadie miraba nunca sus manos, se vino conmigo y los otros cuatro libros; volvimos al piso y yo empecé a leer.


Nunca miras mis manos es sin duda, una historia de amor. Es la historia del amor que siente Corina por Sergio, del amor de Corina por aquellos que ama y de aquellos que la aman aun sin comprenderla, del amor que se siente o no se siente por la propia familia, del amor de los que están y los que ya no están, de los que se quedan y los que se marcharon.


Corina Jacoby fue precoz sintiendo, pero no le dejaron hacerlo. A Corina le hicieron ser, y ella fue, infeliz, pero fue. Hasta que un día conoce a Sergio, que llega con el viento, y le hace creer en el amor. Se cruzan mil palabras, Sergio promete, Corina confía. Sergio quiere poner el mundo a sus pies, Corina quiere recorrerlo. Sergio quiere a Corina, Corina quiere a Sergio. Solo hay una diferencia entre ambos: Corina le quiere sinceramente, le quiere con todos sus sentidos, con toda su alma. Sergio quiere a Corina sinceramente... pero a su manera. Porque él tiene mucho que perder: a su mujer, una mujer que tiene pero que no ama, a su hjo, su prestigio, su carrera. Por eso Sergio ama con condiciones, con claúsulas, con contrato. Y Corina, ciega de amor, a su manera firma ese contrato que le permitirá tener a Sergio a ratos, a veces horas, a veces con suerte, días. 


Corina hace frente a mil cosas que le llegan a la vez. Una madre que nunca debería ser llamada madre, una familia que no la comprende, unos amigos que se mantienen a su lado aunque les parezca que no hace las cosas del todo bien, una tía que es más una madre que una tía, un primo incondicional, magia blanca, magia negra, plantas que te solucionan o te destruyen la vida, paisajes que uno busca luego con desesperación, una nana de un niño que se fue una noche de luna. Hace frente a un amor arrebatador, que no sabe como controlarlo, que es más grande que ella, más de lo que un solo cuerpo puede albergar.


Porque Sergio, que la ama, pero la ama a su manera, no está dispuesto a cargar con nada que no considere necesario, no quiere más extras que los que él mismo elige cuando él quiere. Corina tiene las manos llenas de mil cosas para darle, pero él nunca mira sus manos. Así pasa el tiempo, hasta que ocurre lo inevitable: Corina revienta. 


Podría haber sido una historia mucho mejor. Podría haber sido un amor mucho mayor. Podría haber acabado como se desea que se acaben estas historias. Porque aunque acaba en lo que parece un desamor, no lo es en absoluto. 


Me gustó muchísimo el prólogo "NI ARCADI NI <<EGO SUM>>", especialmente algunas partes que me parecen de lo mas acertadas:


"(...) Sólo creo en las emociones que un libro puede transmitir, el resto no me importa. Lo que quiso decir un autor, jamás lo sabrá nadie. A esta autora nunca le importó. Importa lo que se logra transmitir, lo que cada uno siente al leer lo que un desconocido escribe en un papel.
Pena de mí que no cambié por amor...
Los enfermos de curan en los libros y mueren en las camas.
Eso dicen unos...
Algunos se mueren en los libros y renacen en la cama.
Eso dicen otros... 
(...)
A los buenos hombres. A las buenas mujeres. A ellos dedico este libro que está lleno de olores, sabores y, sobre todo, de sentimientos.
De los buenos y de los malos.
Sin sentimientos, la vida no es tal.
Hasta el odio, en algunos momentos, ayuda a vivir.
Y a los malos, a la gente mala, a los envidiosos, a los perversos, a los que rompen vidas, a los villanos. A esos se lo dedico con la esperanza de que los ataque la pelagra (...) Que sufran todo lo que hicieron sufrir a los demás.
A vosotros, a los que no sentís más que vuestro propio placer o sufrimiento, os dedico el libro. Con rencor. 
(...)
El que olvida, muere..."


Ese libro me salvó el verano, me salvó muchas veces. Las manos llenas de Corina que Sergio nunca miraba me hicieron aprender muchas cosas. Terminé el libro una mañana en la playa. Cuando lo cerré, me quedé mirándome las manos y mirando el libro. Sentí ganas de abrazar a Corina, de coger el libro y tirárselo a Sergio a la cabeza, de gritarle "¿Qué te pasa? ¿Tan ciego estás? ¿No ves lo que tienes delante? ¿Cuántas personas crees que te vas a encontrar en tu vida que te ofrezcan sus manos llenas de esa forma?" Pero allí no estaban ninguno de los dos, sólo tenía el libro. Así que lo abrí otra vez y volví a empezar. 


Desde entonces lo he leído al menos una vez al año, o lo he cogido cuando me he sentido turbada. Cada vez que lo leo saco algo nuevo, entiendo una nueva sensación. Alguna vez yo también he sentido que no han mirado mis manos. Y entonces, el camino es un poco menos duro teniendo cerca a Corina Jacoby.


Este es uno de esos casos en los que nunca dejaré de sentirme afortunada por la lluvia que aquel día nos llevó a un centro comercial y en el que estaré eternamente agradecida a Susana Pérez-Alonso por haber pasado la historia a papel. He leído otros libros de la autora, pero en mi opinión esta es sin duda su obra maestra.




NUNCA MIRAS MIS MANOS
-Susana Pérez-Alonso-
Grijalbo, año 2003
PVP. 7,95€




Web de Susana Pérez-Alonso.

3 comentarios:

  1. Solo decirle que estoy completamente de acuerdo en sus apreciaciones.
    Y ha sido un placer ver que mi adoracion por esta novela es compartida.
    Saludos
    Concha Miralles

    ResponderEliminar
  2. A mi me hizo sentir lo mismo. Es el libro que más me a llegado al alma, al corazón y a las entrañas mismas.
    Al igual que tú, yo tambien recurro a el con cierta frecuencia. Sobretodo cuando la melancolía y la añoranza me zarandean y me despiertan de mi letargo.
    Cuando repaso sus páginas llenas de marcas y señales, vuelvo a revivir mi historia, una historia tan parecida a la de Corina que desde entonces la dirección de mi correo electrónico es corinasoycorina@..........
    No podría elegir un sólo libro como mi favorito, pero de este puedo decir que lo amo y es imprescindible para mi.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. Y a pesar de todo ¡no he conocido nunca a nadie (en persona) que hubiese leído Nunca miras mis manos! Creo que Pilar lo dice en una sola palabra: imprescindible.

    Gracias a las dos :)

    ResponderEliminar

Whoever you are, now I place my hand upon you, that you be my poem...

(Walt Whitman, 1855)