lunes, 29 de agosto de 2011

LAS CIEN VOCES DEL DIABLO

Hablar de este libro no sé si es en realidad muy sencillo o muy complicado... Pero creo que de aquí va a salir una entrada larga.

Cuando cogí Las cien voces del diablo, lo hice por el argumento, pero posiblemente si hubiese sabido el estilo lento que tiene, lo hubiese dejado en la estantería. No me arrepiento de haberlo leído, al contrario, me ha gustado, pero tiene bajo mi punto de vista ciertas cosas que le restan encanto, y partiendo de eso, si a uno no le engancha la historia desde el principio, la lectura se le hace pesada. 

La contraportada del libro reza lo siguiente:

"Era un hombre sin final, uno de aquellos que te matan de gusto en la cama, se van sin decir adiós y la dejan a una muerta pero agradecida de por vida."
Los amores irrefrenables y desbordantes de Jacinto siembran la caribeña Villa Veneno de una estela de pasiones prohibidas, de las que nace un joven cuyo destino se verá irremediablemente marcado por la tragedia. Un lugar donde el aire huele a orquídeas, las mentiras se retuercen como enredaderas y el amor crece en las espinas de las rosas.
Pero un día la tentación y la culpa amenazan cobrar su precio a los habitantes del pueblo. Sensual como una noche caribeña, perversa como el más amargo despertar, una historia de secretos tan bellos como impuros, en la que se entrelazan tentación, pasión y culpa con un inevitable destino.

La novela habla de varios personajes que por supuesto, están todos enlazados. Algunos son familia, otros solo vecinos. Hay madres, padres, tías, abuelos, hijos, hijos ilegítimos, vecinos, amigos, prostitutas, hombres buenos, hombres malos, chanchullos, cotilleos, ignorancia, sabiduría, amores que llenan el cuerpo y lo hacen estallar, odios que consumen, salud, enfermedad, paciencia, impaciencia, esperanza, religión y supersticiones.

La historia transcurre en una época concreta, a pesar de que nos remontamos a dos generaciones atrás para llegar a los personajes centrales. Es decir, abarcamos el pasado para conocer el presente. El narrador es una tercera persona, penas hay diálogo (es algo que para mi, le resta puntos), y aunque hay capítulos, todos son la continuación del anterior, no hay saltos de voces ni épocas, y por lo tanto, no hay mucha opción a liarse con cuándo ocurrieron los acontecimientos, excepto al comienzo.

Pero por otro lado, hay un jaleo monumental de nombres, un exceso de ellos en poco tiempo que lo único que consiguen es desubicar mucho al lector. Además al principio se habla de un personaje y de pronto saltamos a sus antecesores, con un lío tremendo de quién se junta con quién, perdiendo o ganando así apellidos y usando nombres que parece que no se van a repetir más y reaparecen muchísimo después, lo cual es una faena porque uno ya no recuerda bien quién es cada uno y no se vuelve a explicar. Yo he tenido un par de momentos en los que he tenido que buscar en las páginas (con el libro bastante avanzado) para saber de quién narices se estaba hablando en ese momento...

Otra cosa que me ha dejado alucinada ha sido el increíble parecido de esa novela con Cien años de soledad. Los parecidos son de peso: la historia transcurre en Sudamérica, en un ambiente de mucha ignorancia, con algunos analfabetos y otros muy leídos, yendo de un extremo a otro sin reparar casi en los del medio. Un coronel, una familia central, en este caso los Amargo, y que al igual que los Buendía de García Márquez, están marcados por la mala suerte.

También está en inmenso parecido de ciertos personajes con los Buendía: Margarita, la chica más hermosa del pueblo que tiene mucho en común con Remedios la Bella; una prostituta con voz que tiene una hija de un hombre conocido, como Pilar Ternera; un coronel impulsivo como José Arcadio; una hermana despechada, como Amaranta...

El estilo narrativo también tiene mucho parecido. Ese es precisamente el riesgo que se corre al escribir (consciente o inconscientemente) una novela tan parecida a la que es una de las mayores obras de arte de la literatura: las comparaciones son inevitables, y tratándose de Cien años de soledad, en mi opinión, no hay nada que lo supere. Sé que no se trata de superaciones, o eso espero al menos, pero un parecido tan brutal impide que se disfrute de la historia como si fuese una nueva, fresca, sin parecidos razonables.

También me ha recordado en el lenguaje a Laura Esquivel e Isabel Allende, aunque esto ha sido mucho más fugaz. En definitiva, el libro es bueno y la historia tiene un gran enganche una vez se avanza, porque el principio es muy liante. Merece la pena leerlo, tiene un lenguaje muy cuidado, muy culto; la historia está muy bien planteada y desarrollada, y antes o después se despejan perfectamente todas las dudas, de manera que al terminarlo, todo ha quedado perfectamente claro y sin lagunas.


LAS CIEN VOCES DEL DIABLO
-Ana Carrera Vivanco-
Editorial Grijalbo, año 2010
PVP. 17,90€

1 comentario:

  1. Lo leí hace unos meses y me encantó, me gustó mucho la historia y sobre todo la forma de escribir de Ana Cabrera, me he comprado su otra novela aunque aún no la he leído
    un beso!

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(Walt Whitman, 1855)