miércoles, 10 de agosto de 2011

EL GUARDABARRERA

Tenía que haber actualizado antes porque luego se me acumulan los libros pero se ve que agosto hace mella y me da la pereza... Menos mal que no soporto ver los libros apiñados mirándome con cara de corderito degollado y al final pongo el culo en la silla.

El guardabarrera lo cogí en cuanto acabé Un amor único y lo leí del tirón. Habla sobre la vida de Nino y Minica, el matrimonio que viven en la casa de guardabarrera porque el marido desempeña esa labor. Llegan ahí durante la dictadura de Mussolini, con los altercados que hay en cualquier guerra entre bandos e ideologías. Pero sobre todo se centra en la ilusión de la pareja por ser padres y sus mil intentos por concebir. Cuando parecía que nunca iban a poder serlo, Nino, desesperado, acude a una mujer que tiene fama de curandera, y dos meses después Minica anuncia su embarazo. 

Como si no hubiese guerra, como si los aviones ingleses no bombardeasen y como si los soldados no estuviesen construyendo bunkers junto a su casita, la pareja vive una etapa feliz hasta que otro de los guardabarreras es sustituido por uno nuevo que aprovechando la ausencia de Nino, viola brutalmente a Minica y le da una paliza que le hace perder al bebé.

Roto de dolor, Nino busca venganza y a la vez, paliar el dolor de Minica, que no solo ha perdido el bebé sino que ha quedado estéril. 

A partir de ahí la historia se desenvuelve en una metáfora de hasta donde puede llevar a una mujer el dolor de no poder ser madre y cómo un hombre que quiere a su mujer es capaz de aguantar aun sin entender acciones que en otro caso tacharíamos de locura inmediata.

Con un final lleno de ternura, Andrea Camilleri cuenta una historia rápida y con mucho enganche sobre los sentimientos y la esperanza.



EL GUARDABARRERA
-Andrea Camilleri-
Ediciones Destino, colección Ancora y Delfín, año 2010
PVP. 16€

1 comentario:

  1. Uy que historia trágica, suena muy interesante el tema de fondo, voy a ponerlo en mi lista.

    Gracias por la info.

    Saludos.

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Whoever you are, now I place my hand upon you, that you be my poem...

(Walt Whitman, 1855)