martes, 28 de febrero de 2012

PARA SIEMPRE

Hay escritores que me gustan por cómo narran, por su agilidad, sus historias o su humor. A algunos, como Marian Keyes, comencé a seguirles por la gracia que me hicieron sus libros, por ser como paréntesis entre todas las cosas, sonrisas aseguradas. Otros, como Nicholas Sparks, por su romanticismo desprovisto de pegajosidad, o como Maeve Binchy por su ternura.

Susanna Tamaro en cambio me llegó por su profundidad. Creo que no soy capaz de mencionar más nombres que tengan su talento a la hora de crear historias increíblemente humanas, dolorosas pero sanas, ficticias pero realistas, rápidas en sucesos pero lentas en ritmo y con mensajes tan intensos. Me fascinó cuando leí Con el corazón en la mano, y con Luisito se ganó definitivamente mi respeto. Por eso, cuando hace poquito supe que publicaba un nuevo libro, me lancé a por él.

¿Existe el “para siempre”?», me preguntaste. Te abracé todavía más fuerte. «Sólo existe el “para siempre”», te respondí. Éste era el pacto de amor entre Nora y Matteo. Pero Nora ya no está, y quince años después de su desaparición Matteo vive recluido en el bosque, desde donde recuerda los interrogantes que han marcado su vida y que determinan también el destino de todo ser humano. 

Para siempre cuenta hasta qué punto un hombre puede perderse en la tristeza y cómo la fuerza regeneradora de la Naturaleza y el misterio de la existencia encerrado en las cosas más pequeñas lo pueden apaciguar y sanar. Una historia que, en palabras de la propia Susanna Tamaro, hará detenerse al lector y exclamar: «¡Sí, la vida puede ser mucho más!

En Para siempre, Matteo es un solitario que ha dejado todo atrás y vive recluido en una casita del bosque, lejos de cualquier pueblo o ciudad. Él solo se abastece y ha aprendido a vivir con lo estrictamente necesario. Por el bosque aparecen caminantes que a veces de paseo y a veces perdidos, terminan por pasar unas noches u unos días con él. Al vivir como vive, los visitantes tienden a pensar que Matteo es un sabio con la verdad universal y de ese modo comienzan las conversaciones que inevitablemente terminan en profundas preguntas existenciales.

De esta forma, Matteo nos lleva en un viaje de presente a pasado y vuelta a empezar, en el que siempre en primera persona y dirigiéndose a Nora, nos narra su vida de forma que poco a poco comprendemos cómo ha ido a parar a ese lugar.

La historia de Matteo y Nora es una historia de amor intensa entre dos personas que se quieren, y según mi opinión, han nacido para quererse. En el breve espacio de tiempo que comparten, su amor es tan claro que el lector puede empatizar totalmente con ellos y prácticamente, sentirles sentir. No hay nada excepcional: chico conoce chica, se enamoran y se casan.

Y entonces de forma inesperada, ocurre algo y Matteo se da cuenta de que ya no hay un Matteo y Nora, sino solo un Matteo.

¿Y qué hacer con el dolor? ¿Cómo asumir una pérdida? Nora se ha marchado, Matteo se ha quedado, ¿qué hacer con la ausencia? ¿Cómo y con qué va a llenar el hueco que ha dejado Nora, después de irse sin avisar?

El protagonista queda sumido en una confusión de la que no logra salir. Cuanto más desorientado está, menos hace por encontrarse y peores son sus acciones. Así, llevándose por delante su trabajo, sus relaciones y su propia vida, Matteo toca fondo y se da cuenta de que tiene que volver a la superficie.

En la historia asistimos no sólo a una relación de pareja, sino de padres, hijos, amigos, trabajo y la que uno sobrelleva con sus propios demonios y fantasmas. Los padres de Matteo en un papel secundario, los abuelos como figurantes de una vieja generación, las decisiones que uno toma en función de cómo ha sido su vida y lo que otras personas nos pueden enseñar y aportar son temas constantes en la caída y levantamiento del protagonista.

Es un libro triste, más triste de lo que yo esperaba, pero creo que la palabra que mejor lo describe es NECESARIO. Porque toca temas que todos y cada uno de nosotros vamos a tocar varias veces en nuestra vida: la pérdida, la ausencia, el dolor y el duelo. Con esas cuatro palabras tan tristes, Susanna Tamaro ha sabido dar forma a una historia en la que añade la quinta y sexta palabra que arreglan el conjunto: amor y superación.

Como dice la autora en la sinopsis, la vida puede ser mucho más.


PARA SIEMPRE
-Susanna Tamaro-
Seix Barral (Colección Biblioteca Formentor), año 2012
PVP. 17,00€



9 comentarios:

  1. No he leído nada de esta autora aunque hace siglos, cuando publicó Donde el corazón te lleve, estuve tiempo detrás de él. No conseguí leerlo y me quedé con las ganas. Y luego no surgió la oportunidad.
    Tendré que apuntarlo ahora...
    Un beso

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    1. Donde el corazón te lleve me parece como el café: siempre es buen momento! A ver si te animas!
      Mua!

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  2. Empezar la reseña con Marian Keyes y terminar así de triste, va a ser que no me apetece, a mi me gusta más reirme.

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    1. Supongo que hay momentos para todo, Isa, y la verdad es que yo no pensaba que sería triste, pero me ha encantado leerlo... Eso sí, cuando Marian publique otro, de cabeza!

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  3. No he leído nada de esta autora pero me has dejado con muchas ganas de buscar este libro, aunque sea triste, me ha gustado ese matiz que has señalado de que es un libro necesario, apuntado queda!
    besos

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  4. ¿Te puedes creer que tengo en la estantería "Donde el corazón te lleve" desde hace un siglo y todavía no lo he leído? Aunque éste sean tan triste creo que me gustaría por lo que cuentas, pero empezaré por el otro que ya que lo tengo... Un besazo.

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  5. Tu descripción me llegó... tengo que leer este libro.

    Muchas gracias por la sugerencia.

    Un abrazo

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  6. La verdad es que tras leer tus comentarios, dan ganas de salir corriendo a la librería a hacerse con un ejemplar, ya que te ha quedado una reseña muy emotiva.

    Un beso.

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  7. Leí el libro y me pareció tristemente bello, no solo por el relato de la pérdida y de como continuar a pesar de la ausencia, sino como el mismo va descubriendo a Nora cuando ya no la tiene.
    Es un muy lindo libro.
    Abrazo
    Adrián

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(Walt Whitman, 1855)