De pronto, de las sombras surgió una lumbre, una serpiente esfumada, y, detrás, un hombre ceniciento y deshilachado, de cabellos muertos y ojos vivos, le pidió una moneda a cambio de una rosa marchita.
Tiró su cigarrillo al suelo y un polvillo de fuego se desprendió creando una arco rojo. Mientras le entregaba la flor, el desconocido la miró fijamente.
-Señora... - le dijo -, se le nota en los ojos una inmensa cicatriz.
Ella lo miró interrogante y, sin saber por qué, le contestó.
-Es lo único que me queda.
-Pero aún no ha sanado, le supura. Póngale un parche, que por ese agujero se le puede escapar la vida... y créame, quedarse sin vida y viva es lo peor que le puede suceder.
ELLA, QUE TODO LO TUVO
-Ángela Becerra-
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Whoever you are, now I place my hand upon you, that you be my poem...
(Walt Whitman, 1855)