Hace días publiqué un fragmento de esta novela, y entre los comentarios hay uno de Pakiko diciendo que le da la impresión de que este libro debe ser muy bonito. Y precisamente, es una de las dos palabras que se me vienen a la cabeza a la hora de tener que describir el libro.
La otra palabra que describe Memorias de un amigo imaginario es una de mis favoritas: ternura. Porque este libro derrocha belleza y ternura a partes iguales, y si sólo con uno de esos dos ingredientes, una novela ya me tiene ganada, con los dos juntos ni digamos: Mafalditas por un tubo.
Por un lado tenemos a Max, que es un niño especial, y aunque en ningún momento se aclara el nombre de lo que le hace ser distinto, el lector puede hacerse una idea. Budo apareció en la vida de Max desde que el pequeño tuvo uso de razón, a partir de partir de la imaginación y necesidad del pequeño, que no tiene amigos y sufre verdaderas dificultades para relacionarse con la gente.
"Creo que su padre se equivoca con eso del desarrollo tardío. Yo paso casi todo el día con Max y no lo veo diferente a los demás niños de su clase. Max vive hacia adentro y los demás hacia afuera. Max no tiene vida hacia afuera. Es toda hacia adentro."
Así explica Budo la mayor particularidad de Max de cara a los demás. Porque en casa, en su propio mundo, con sus legos y sus soldaditos, sus mapas y sus libros, Max es un niño inteligente con el que muchos se sorprenderían. Pero los padres de Max, ante la dureza y el desconocimiento de lo que le hace al niño ser como es, y que además apenas se deja tocar por nadie y mucho menos besar o abrazar, buscan ayuda profesional para ver si de alguna manera, Max sale de su ensimismamiento y puede ser "como los demás niños".
Por otro lado tenemos a Budo. Al ser imaginario, no queda clara su edad, aunque se sobreentiende que tiene el aspecto de un niño de la edad de Max, pero con la sabiduría de uno más mayor y la capacidad de reacción y comprensión de un adulto. Las capacidades y los dones de los amigos imaginarios nacen a partir de cómo los niños les imaginan, y para suerte de Budo, Max lo imaginó sin necesidad de dormir y con la capacidad de traspasar puertas; por lo que Budo aprovecha estos dones para ver el mundo cuando su amigo duerme.
"Es muy extraño ser un amigo imaginario. No te asfixias ni enfermas, ni te rompes la cabeza de una caída y tampoco pillas neumonías. Lo único que puede matarte es que una persona no crea en ti. Y eso es más frecuente que todas las asfixias, caídas y neumonías juntas."
Y así, cuando la vida de Max se mantenía en su línea con algún percance en el colegio y la novedad de la ayuda profesional en la que se empeñan sus padres, ocurre algo que pone al niño en peligro y solo Budo sabe como solucionarlo. Pero hay un problema: a Budo solo puede verle y oirle Max, que es precisamente el que está en peligro...
Memorias de un amigo imaginario es uno de los mejores libros que he leído este año. Me ha gustado no solo por el derroche de belleza y ternura, sino por la variedad de temas que se tocan.
Aunque el libro gire en torno a la particularidad de Max y su mundo, no se ahonda en ello, ya que cuando comienza la acción, no hay tiempo ni espacio para más. Y creo que está bien así, porque Max va a ser como es toda su vida, y entonces el libro hubiese exigido otra temática. Aun así, la forma en la que se aborda el tema, es sencilla, ligera, y el lector no puede sino sentir ganas de sentarse con Max para verle jugar con sus soldaditos.
Otro tema que me ha gustado muchísimo es el debate interno de Budo. Al ser un amigo imaginario, vive siempre y cuando Max crea y piense en él. A pesar de querer a su amigo con toda su alma, en el momento en el que está en peligro, Budo tiene un debate interno que no le deja vivir: ¿quiere salvar a Max para salvarle por amor o para salvarse a si mismo? Budo se debate constantemente con la muerte. No deja de tener miedo y preguntarse qué habrá después y si dolerá, un miedo perfectamente real que aplicado a un niño es menos agresivo a la hora de leer y da pie a muchas reflexiones conscientes e inconscientes.
También se toca constantemente el tema de la amistad y el cariño. La de Budo con Max, con los otros amigos imaginarios, con personas que él conoce pero esas personas no le conocen a él, el amor que siente por los padres de Max y su tutora, y de otra gente que desaparece y llega a lo largo de la novela. En definitiva, esas personas que queremos y se marchan, que queremos y se quedan, que aprendemos a querer y que llegan en el momento menos esperado para que las queramos.
Con lecciones muy valiosas contadas desde las metáforas más bonitas, y unos paralelismos que ponen en jaque nuestros miedos y pasiones cotidianas, Matthew Dicks ha escrito una joya que no dejo de maravillarme por tener en mi estantería.
Muchas gracias una vez más a Bloguzz, por darme la oportunidad de conocer a Max y Budo y de conservarlos conmigo en mi estantería.
MEMORIAS DE UN AMIGO IMAGINARIO
-Matthew Dicks-
Nube de Tinta, año 2012
PVP. 16,95€
·Web oficial de Matthew Dicks.