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lunes, 23 de julio de 2012

MEMORIAS DE UN AMIGO IMAGINARIO

Hace días publiqué un fragmento de esta novela, y entre los comentarios hay uno de Pakiko diciendo que le da la impresión de que este libro debe ser muy bonito. Y precisamente, es una de las dos palabras que se me vienen a la cabeza a la hora de tener que describir el libro.

La otra palabra que describe Memorias de un amigo imaginario es una de mis favoritas: ternura. Porque este libro derrocha belleza y ternura a partes iguales, y si sólo con uno de esos dos ingredientes, una novela ya me tiene ganada, con los dos juntos ni digamos: Mafalditas por un tubo.

Por un lado tenemos a Max, que es un niño especial, y aunque en ningún momento se aclara el nombre de lo que le hace ser distinto, el lector puede hacerse una idea. Budo apareció en la vida de Max desde que el pequeño tuvo uso de razón, a partir de partir de la imaginación y necesidad del pequeño, que no tiene amigos y sufre verdaderas dificultades para relacionarse con la gente.

"Creo que su padre se equivoca con eso del desarrollo tardío. Yo paso casi todo el día con Max y no lo veo diferente a los demás niños de su clase. Max vive hacia adentro y los demás hacia afuera. Max no tiene vida hacia afuera. Es toda hacia adentro."

Así explica Budo la mayor particularidad de Max de cara a los demás. Porque en casa, en su propio mundo, con sus legos y sus soldaditos, sus mapas y sus libros, Max es un niño inteligente con el que muchos se sorprenderían. Pero los padres de Max, ante la dureza y el desconocimiento de lo que le hace al niño ser como es, y que además apenas se deja tocar por nadie y mucho menos besar o abrazar, buscan ayuda profesional para ver si de alguna manera, Max sale de su ensimismamiento y puede ser "como los demás niños".

Por otro lado tenemos a Budo. Al ser imaginario, no queda clara su edad, aunque se sobreentiende que tiene el aspecto de un niño de la edad de Max, pero con la sabiduría de uno más mayor y la capacidad de reacción y comprensión de un adulto. Las capacidades y los dones de los amigos imaginarios nacen a partir de cómo los niños les imaginan, y para suerte de Budo, Max lo imaginó sin necesidad de dormir y con la capacidad de traspasar puertas; por lo que Budo aprovecha estos dones para ver el mundo cuando su amigo duerme. 

"Es muy extraño ser un amigo imaginario. No te asfixias ni enfermas, ni te rompes la cabeza de una caída y tampoco pillas neumonías. Lo único que puede matarte es que una persona no crea en ti. Y eso es más frecuente que todas las asfixias, caídas y neumonías juntas."

Y así, cuando la vida de Max se mantenía en su línea con algún percance en el colegio y la novedad de la ayuda profesional en la que se empeñan sus padres, ocurre algo que pone al niño en peligro y solo Budo sabe como solucionarlo. Pero hay un problema: a Budo solo puede verle y oirle Max, que es precisamente el que está en peligro...

Memorias de un amigo imaginario es uno de los mejores libros que he leído este año. Me ha gustado no solo por el derroche de belleza y ternura, sino por la variedad de temas que se tocan. 

Aunque el libro gire en torno a la particularidad de Max y su mundo, no se ahonda en ello, ya que cuando comienza la acción, no hay tiempo ni espacio para más. Y creo que está bien así, porque Max va a ser como es toda su vida, y entonces el libro hubiese exigido otra temática. Aun así, la forma en la que se aborda el tema, es sencilla, ligera, y el lector no puede sino sentir ganas de sentarse con Max para verle jugar con sus soldaditos.

Otro tema que me ha gustado muchísimo es el debate interno de Budo. Al ser un amigo imaginario, vive siempre y cuando Max crea y piense en él. A pesar de querer a su amigo con toda su alma, en el momento en el que está en peligro, Budo tiene un debate interno que no le deja vivir: ¿quiere salvar a Max para salvarle por amor o para salvarse a si mismo? Budo se debate constantemente con la muerte. No deja de tener miedo y preguntarse qué habrá después y si dolerá, un miedo perfectamente real que aplicado a un niño es menos agresivo a la hora de leer y da pie a muchas reflexiones conscientes e inconscientes.

También se toca constantemente el tema de la amistad y el cariño. La de Budo con Max, con los otros amigos imaginarios, con personas que él conoce pero esas personas no le conocen a él, el amor que siente por los padres de Max y su tutora, y de otra gente que desaparece y llega a lo largo de la novela. En definitiva, esas personas que queremos y se marchan, que queremos y se quedan, que aprendemos a querer y que llegan en el momento menos esperado para que las queramos. 

Con lecciones muy valiosas contadas desde las metáforas más bonitas, y unos paralelismos que ponen en jaque nuestros miedos y pasiones cotidianas, Matthew Dicks ha escrito una joya que no dejo de maravillarme por tener en mi estantería.

Muchas gracias una vez más a Bloguzz, por darme la oportunidad de conocer a Max y Budo y de conservarlos conmigo en mi estantería.


MEMORIAS DE UN AMIGO IMAGINARIO
-Matthew Dicks-
Nube de Tinta, año 2012
PVP. 16,95€



·Web oficial de Matthew Dicks.

lunes, 16 de julio de 2012

Tiempo, adquisiciones y Nube de tinta

No tengo tiempo, primera novedad. De pronto la rutina me ha cambiado y aun estoy adaptándome al nuevo horario, que por cierto, me está costando un poco. Me encuentro por segunda vez desde que tengo el blog en una etapa de no poder. Estoy como el conejo blanco de Alicia, pensando todo el día "no hay tiempo, no hay tiempo". Apenas tengo tiempo de actualizar, de reseñar todo lo que leo y lo que más echo de menos: de pasarme por vuestros blogs y comentar, debatir, despotricar sobre Anastasia y las santas cincuenta sombras, desear suerte en los mil sorteos, participar en ellos... Leeros. A veces, cuando a mi móvil le da la gana, consigo entrar en algunos blogs y leeros así; otras saco un rato antes de que se me estampe la cara contra el teclado de puro sueño. Así que, aunque os comente poco, y no sea como siempre, os sigo desde las sombras.

La segunda novedad (o novedades) son por supuesto libros que han ido llegando. El primero y al que me pasé un rato abrazando como a un hijo, fue el que gané en el sorteo de Emma y que tanto quería: La librería de las nuevas oportunidades. El segundo y el tercero llevaba tiempo pensando leerlos, y llegaron a mi Kindle como caídos del cielo. Primero llegó De acero, de Silvia Avallone. Tengo la reseña pendiente, pero adelanto que es de cuatro o cinco Mafalditas, así que si alguien está pensado leerlo, os lo recomiendo de cabeza. El otro es La niña de nieve, de Eowyn Ivey. También me ha gustado, pero no tanto como el anterior... (y sí, también está la reseña sin hacer ¬¬)

Y por último, otros dos que quería leer a toda costa y llegaron a la vez. Uno lo tenía reservado en la biblioteca desde hacía un mes y cuando creía que nunca iban a devolverlo, me llamaron para que fuese a por él: El lenguaje de las flores (Vanessa Diffenbaugh), que estoy leyendo ahora.

24 horas después de la bibliollamada, llegó el segundo, una de las famosas novedades de Nube de tinta: Memorias de un amigo imaginario, de Matthew Dicks. Este libro lo "gané" de nuevo gracias a una promoción de Bloguzz, para mi sorpresa. Creía que no iba a llegar nunca, pero en este caso por cierto desmadre logístico (¡¡gracias Elisa, sin ti este merengue no hubiese sido el mismo... Saluda a la familia y al perro!! xD)


Por si alguien aun no conoce Nube de tinta, se trata de el nuevo sello de la editorial Random House Mondadori. La propia editorial lo califica como "un sello de todos y para todos, que harán suyo tanto el adolescente de catorce años como la mujer de cuarenta porque escogeremos voces tiernas, originales, evocadoras, inocentes; personajes que nos hagan pensar y reflexionar, que nos dejen huella, vivan retos, se comprometan, defiendan valores o bien sean ejemplos de superación, coraje y esfuerzo."

Suena bien ¿no? Así que estoy con la sonrisa permamente, y en cuanto acabe con El lenguaje de las flores, me pongo con Memorias de un amigo imaginario...

¡¡Un beso gigante!!


Me llamo Budo.

Hace cinco años que estoy en el mundo.
Cinco años es mucho tiempo para alguien como yo.
Fue Max quien me puso ese nombre.
Max es el único ser humano que puede verme.
Los padres de Max dicen que soy un «amigo imaginario».