Estaba yo tranquilamente en mi mundo
cuando recibí un email, un mensaje por Facebook o lo que sea de la maravillosa ·M·
diciéndome que había leído un 5% de El abuelo que saltó
por la ventana y se largó y se estaba riendo mucho. Así que amablemente me
ofreció hacer una nueva reseña conjunta. ¿Y quién era yo para negarme? Y más a alguien
que sabe tanto de libros y es tan... digamos que sutil en sus propuestas. Así que
vamos al lío.
No es que sea sutil, pero creo
recordar que era día par y le amenacé a muerte si no lo hacía. Salvando ese
pequeño detalle, debo decir que no acabé el libro. Hice un esfuerzo, sí, pero
al llegar al 41% de la lectura, apagué el Kindle y dije: Ya me contará alguien
como acaba. Y yo, que soy incapaz de dejar un libro a medias, que con unas
pocas páginas sé si me va a gustar o no, fui incapaz de seguir. Forcé mucho el
intento, y aunque Allan es un tio majo y sus amigos son lo más estrambótico que
he visto, no podía con la historia.
Como bien dice el título del libro,
la historia comienza cuando Allan decide fugarse de la residencia en el día que
iba a cumplir cien años. A partir de ahí el libro se divide en dos historias intercaladas:
por un lado desde que se fuga hasta que termina en, no, no lo voy a decir que hago
un spoiler, y por otro desde que nace hasta que termina en la residencia. Si su
fuga y posterior batallita es ya de por sí estrambótica, la historia de la vida
de Allan no lo es menos. Digamos que desde que se fuga se va metiendo en líos y
circunstancias a la cual más inverosímil y aunque sale de ellas de manera aún menos
verosímil. Y en la historia de su vida lo mismo. Sin saber muy bien cómo llega a
los lugares en el peor momento y termina protagonizando los momentos históricos
claves del siglo XX. Y todo por un poco de aguardiente.
Todo esto lo sé yo. Con mucho
menos de lo que yo llegué a leer, queda claro que el ritmo de la narración son
saltos de presente a pasado, y vuelta a empezar. Todo gira en torno de Allan,
en excepción de una pequeña parte que habla de “los malos de la historia”, pero
aun así todo está perfectamente paralelizado a la historia del protagonista.
Respecto a las batallitas de Allan, son rocambolescas, absurdas, rozan lo
patético y es ahí donde está la gracia.
El libro en sí
no me ha disgustado pero tampoco pasa nada si te mueres sin leerlo. Es tierno,
absurdo y sin muchas pretensiones. Creo que es un poco barroco en la escritura,
con muchas cosas que no aportan nada. Una cosa es describir y otra meter
conversaciones o anécdotas que no van a ningún lado. En cierta manera es una
forma curiosa de revivir la historia del siglo XX.
Como digo, no
lo he terminado y no tengo ninguna intención de hacerlo. Me gustan los libros
con humor y me encanta la ironía, cosa que a este libro no le falta, pero el
fallo para mi ha sido que no le he encontrado ni pizca de enganche y no siento
ninguna pena ni dolor por no seguir leyendo. Ni siquiera he sido capaz de
sentir esa famosa empatía y cariño que muchos personajes consiguen transmitir.
Y lo de la
fuga la residencia, bueno, tiene altibajos: a veces pasan muchas cosas y en
otras dan vueltas sobre lo mismo. Es de ese tipo de libros para el verano, para
leerlos sin prestar demasiada atención.
O para no
leerlos. Seguramente habrá quien disfrute muchísimo con Allan y su tropa, pero
antes de volver a amenazar a mi colaborador, buscare un libro que lo merezca un
poco más…
EL ABUELO QUE SALTÓ POR LA VENTANA Y SE LARGÓ
-Jonas Jonasson-
Ediciones Salamandra, año 2012
PVP. 19,00€
Koldo & ·M·